Desde el año 1500 se calcula que han desaparecido 322 especies de vertebrados.
Se trata de la sexta extinción masiva que acontece en nuestro planeta y
parece ser que está afectando principalmente a las especies de
vertebrados.
La desaparición de un gran número de especies de plantas y animales alterarán las funciones biológicas de los ecosistemas
Y es que, según los datos, aproximadamente dos especies de
vertebrados desaparecen anualmente. Se extinguen.
Los expertos señalan que las regiones más afectadas por la perdida de
especies y donde la extinción se está produciendo de forma más acusada
son las áreas tropicales y templadas. Aseguran también que los grandes mamíferos del Sudeste Asiático son los animales que ha perdido el mayor porcentaje de territorio habitable y uno de los grupos de especies más vulnerables a corto plazo.
La disminución masiva en las familias y especies de animales se debe
principalmente a la perdida y fragmentación de su hábitat, la caza, el
comercio, la sobreexplotación del territorio y la aparición de especies
invasoras.
El libro de La sexta extinción, de Elizabeth Kolbert, hace
referencia a los cinco magnos eventos en la historia de la Tierra que
arrasaron con flora y fauna, mermando la diversidad biológica a escalas
monumentales. Ganador del premio Pulitzer en 2015, La sexta extinción
analiza las posibles causas de estas desapariciones masivas y sus
semejanzas y diferencias con la época actual. Apenas hace poco más de un siglo los paleontólogos comenzaron a
desenterrar mundos perdidos y a descubrir las criaturas fantásticas que
habitaron la Tierra durante millones de años. Estos seres, que de tan
abundantes parecían indestructibles, sobrevivieron hasta que algún
cambio drástico en las condiciones, tan rápido que no permitió a la
evolución el tiempo de adaptación necesario, acabó con ellos.
Dos capítulos del libro pueden resultar especialmente
sorprendentes, los que la autora dedica a
la participación del ser humano en la extinción de la megafauna y de los
neandertales.
Durante mucho tiempo no estuvieron claros los motivos por
los que esaparecieron los tigres, elefantes y aves gigantes que alguna
vez poblaron la Tierra. Algunos lo atribuían a un cambio en el clima,
pero cada vez parece más claro que el elemento determinante fue la
cacería por parte de los humanos. Estos animales se reproducían a una
velocidad menor a aquella con que éstos los cazaban, y así, de a poco,
se fueron extinguiendo. Kolbert explica que el mismo procedimiento está
llevando a la extinción a los grandes mamíferos de hoy en día: gorilas,
elefantes y leones. Algo similar sucedió también con los neandertales,
con la diferencia de que el ser humano procreó con ellos antes de
exterminarlos.
Una vez clara la responsabilidad que los humanos tuvimos
en estas extinciones, incluso antes de la sobrepoblación y la revolución
industrial, no resulta descabellada la idea de que en la actualidad
estemos ocasionando una megaextinción, de una escala tal que ya es
evidente en los registros geológicos.
Los ejemplos que da Kolbert en el libro sirven para reforzar esta
idea.
Una
de las enormes virtudes de este libro es centrarse en especies menos
vistosas que los pandas y los osos polares, que son un estandarte más
común en las luchas ambientalistas. Kolbert sabe leer en los seres
diminutos que también están desapareciendo, en las ranas y los corales
menos llamativos, siglos de evolución, estrategias de sobrevivencia,
belleza e incluso una suerte de sabiduría. Toda esta espléndida diversidad se
está desvaneciendo tan rápido que habrá incontables especies que ni
siquiera llegaremos a conocer.
Kolbert afirma en el último capítulo que los mismos genes que
distinguen a los humanos de los changos y del neandertal, los que nos
predisponen para el trabajo en equipo, la invención, la locura de la
creación, nos han traído hasta este punto de destrucción, y sin embargo
podrían salvarnos.
Porque entre los humanos también están esas personas admirables que
dedican su vida a los proyectos que la autora documenta. Personas que
están tratando, por ejemplo, de reproducir al último par de rinocerontes
de Sumatra o que construyen un hotel para las pocas ranas doradas que
sobreviven en Panamá. Y está la misma Kolbert, que decide recorrer el
mundo, escalar montañas y atravesar selvas, para difundir el trabajo de
estos ambientalistas. Por personas así no habría que darse por vencidos
de cara a esta crisis gigantesca.

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