
Yuval Noah Harari es un joven profesor de Historia que ha escrito dos
libros sobre la condición humana, Harari, al tiempo que describe los acontecimientos, investiga también la
experiencia individual humana y problemas éticos que puedan derivarse.
El propósito que ha movido al catedrático de Historia israelí, Yuval Noah Harari, al escribir Homo Deus es alertar para que no se cumplan las peores posibilidades de cara al futuro.
Homo Deus reflexiona sobre lo que puede ocurrir a
partir de ahora. ¿Se puede decir algo nuevo sobre la historia de la
humanidad? ¿Se puede decir algo sobre su futuro que la prospectiva
científica o la ciencia-ficción no haya explorado ya? Se puede. Dos
son las preguntas iniciales. ¿Qué es un humano? y ¿Qué es la religión?
En el libro dice que un
humano, como cualquier animal, vive en un mundo de objetos físicos
y de emociones y como cualquier animal, tiene un lenguaje para
comunicarse con su entorno. Sin embargo, el lenguaje humano es único en
una cosa: sirve para crear ficciones, como el dinero, los mitos, los dioses… Y estas ficciones sirven para cohesionar un colectivo numeroso de personas.
Un humano solo tiene que montar una buena ficción (un dios, una
bandera o unos colores deportivos) para conseguir, cómodamente, una
fuerte unidad colectiva.
De aquí surge una brillante definición de religión: todo
conjunto de normas para la conducta humana garantizado por una autoridad
suprahumana, lo cual a su vez puede lograrse de dos modos: por vía
sobrenatural (una divinidad) o por vía natural (una ley de la
naturaleza).
El gran mérito de esta definición
extendida es que sirve para releer la historia de la humanidad de punta a
punta: religión es el paganismo griego, religiones son los monoteísmos
tradicionales, religión es el budismo (aunque no hable de dios), el
estalinismo, el nazismo o el humanismo liberal. Los faraones dominaron
el mundo con sus ficciones durante tres milenios, los papas con las
suyas durante más de un milenio y el humanismo con las suyas durante dos
o tres siglos.
Las religiones teístas ofrecen un paquete compacto y
completo de certezas para garantizar la cohesión colectiva y para calmar
el ansia de inmortalidad individual. El mayor descubrimiento de la
ciencia ha sido la ignorancia. Pero ha tolerado la emergencia de otros
mitos. El crecimiento indefinido por ejemplo es una ficción de cualquier
economía moderna que contradice descaradamente el segundo principio de
la termodinámica.
La inmortalidad en el más aquí es el mito para una nueva religión. Un
organismo vivo es un algoritmo y nada impide que este persista
indefinidamente. Ni siquiera hace falta ya comprender la realidad. Todo
son datos. Un buen sistema de información me conoce mejor desde fuera
que yo a mí mismo desde dentro. El humanismo ha muerto, viva el
dataísmo.
Los datos predicen tormentas, recomiendan tratamientos médicos, la música que me
apetece escuchar, Google, que sabe muy bien lo que leo, se anima a
proponerme lecturas.
¿Se puede vivir sin religión? Quizá no, por definición de humano, por
definición de religión, porque un colectivo humano sin ficciones
quedaría indefenso frente a cualquier otro que se invente un dogma con el
que sus creyentes puedan reconocerse y cohesionarse.
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